La virginidad ha sido una cualidad
muy valorada en la mujer casadera, por toda la tradición mediterránea. Los judíos
la tenían a gala y los gitanos que emigraron a estas tierras adoptaron también
estas costumbres, convirtiéndola en un ritual que se conserva hasta hoy, aunque
ya es un fenómeno minoritario.
A esta ceremonia añadieron los
gitanos un cante de celebración que se llama alboreá, cantado con alborozo por
todos los participantes en la boda
En
un verde prado
tendí mi pañuelo,
salieron tres rosas
como tres luceros
Bendita
la ma’re
que tiene que da’
rosas y moqueta’
por la madrugá’.
En
las bodas gitanas, que normalmente se hacen por el rito evangélico o católico,
los cónyuges deben llegar vírgenes al matrimonio (aunque el hombre tiene la
posibilidad de elegir). Los gitanos valoran mucho la pureza.
Para
comprobar que la mujer llega virgen, la tradición gitana cuenta con la prueba
del pañuelo. Esta prueba consiste en que la “picaora”
o “ajuntaora” el día de la boda y
con varios testigos, que suelen ser mujeres invitadas a la boda, invita a la
mujer que se va a casar a una habitación y le introduce un pañuelo, blanco de
medio metro de largo con unas rosas y una tira bordada, en la vagina. Si este
pañuelo sale manchado con tres rosas, la mujer es virgen y por lo tanto se
puede casar, si no la mujer no se puede casar a no ser que encuentre un hombre
no casado y que se quiera juntar con ella.
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