La seguriya es uno de los palos
flamencos más antiguos de los que se tiene noticia. Conforma uno de los pilares
de la columna vertebral del cante flamenco.
Se
supone que su nombre viene derivado de la seguidilla, y que debido a la
transmisión oral el término ha variado en seguiriya, seguidilla, siguiriya ó
siguerilla.
Aunque
de origen incierto, se cree que derivan de tonás primitivas que se crean
principalmente (Como las soleás) entre las provincias de Cádiz y Sevilla, con
los focos principales en Jerez y el barrio de Triana.
Las
letras de las seguiriyas, son normalmente, de 4 versos de 6 sílabas excepto el
tercero que suele tener más (11 ó 12). Su temática suele ser de carácter trágico
y reflejan el sufrimiento de las relaciones humanas, el amor y la muerte.
La
muerte llamo a voces
que no quiere vení’
que hasta la muerte tiene compañera,
lástima de
mi.
Dices
que duermes sola
mientes
como hay Dios;
porque
de noche, con el pensamiento,
dormimos
los dos.
La
seguiriya es un cante difícil en el que el canta’or
debe entregarse a fondo para poder expresar sus sentimientos, como decía Gónzalez
Climent, “La siguiriya es un grito
desesperado y existencial del hombre inmerso en cuerpo y alma en situaciones límites,
esto es, en callejones son salida que son la muerte, el amor, el dolor y la
culpa” (Anselmo González Climent. “Flamencología” Ediciones Posada.
Ayuntamiento de Córdoba y Junta de Andalucita 1989).
Hay
seguiriyas tremendas que cuentan historias espeluznantes, de persecuciones o
situaciones vitales extremas.
Hermanito
Cuco,
dile
tú a mi mar’e
que
yo me muero en esta casapuerta,
revorca’o en sangre.
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